¿Qué es la consciencia? Tal vez ésta sea la pregunta más compleja que la mente humana se pueda formular. El estudio neurobiológico de la consciencia es uno de los nudos gordianos con los que se han encontrado la ciencia, siendo una de las dificultades el carácter subjetivo e intrínseco de ésta. ¿Qué tienen que ver los cambios iónicos que se producen en las membranas de las células nerviosas, o los fenómenos bioquímicos de los impulsos nerviosos, con la consciencia? En realidad, no hay una explicación neurocientífica definitiva de cómo se produce la consciencia, a pesar de que existen partes anatómicas en el cerebro que intervienen en la manifestación de ésta. (Así como las ondas de radio no son la estación de radio, pero necesitan la estación para manifestarse).
Según el psicólogo chileno Augusto Zagmutt: “llegar a formular una teoría explicativa de la consciencia equivaldría a desvelar el mayor misterio de las ciencias humanas y biológicas. Lamentablemente aun no estamos en condiciones de llegar a tal formulación teórica.” El filósofo Joseph Levine asume a su vez la existencia de una laguna en la explicación que relaciona los procesos físicos neuronales y la consciencia. Lo cierto es que, a día de hoy, la ciencia no ha sido capaz de ofrecer una respuesta satisfactoria, y, aun así, para muchos investigadores, como Henri Bergson, a fin de cuentas “la consciencia es algo que reconocemos tan íntima e inmediatamente que no requiere demostración ni definición alguna”.
Efectivamente, asistimos a los primeros pasos de la nueva ciencia en el ámbito de la consciencia, ahora bien, para la Tradición de Sabiduría esta cuestión es el fundamento (y la certeza) sobre la que se asientan todos los sistemas de conocimiento desde la antigüedad.
Conciencia y consciencia.
Otro aspecto a considerar es el matiz existente entre conciencia y consciencia, una simple letra intercalada -s- que a veces puede llegar a confundirnos. En términos de una dialéctica convencional podría señalarse lo siguiente:
La consciencia es la apercepción o conocimiento de la realidad, la capacidad de apercibir o ser conscientes de lo que sucede (ámbito de la neurociencia). La conciencia, por otra parte, es el conocimiento ético y moral de lo que se considera el bien y el mal (ámbito de la filosofía). La conciencia es nuestra capacidad para saber qué actos, pensamientos y palabras son correctas o incorrectas (tener buena o mala conciencia). En este sentido, la conciencia no tiene nada que ver con procesos como la atención o la percepción, sino con la moral y la ética.
Para la Tradición de Sabiduría, sin embargo, consciencia o conciencia no son meras cuestiones neurológicas o filosóficas, sino una cuestión esencial, existencial y cosmogónica. Para la Tradición de Sabiduría, la respuesta inmediata y directa que surge a la pregunta “¿qué es la consciencia?” es muy sencilla: Todo es Conciencia.
La Conciencia es todo lo que somos, todo lo que vivimos, todo lo que experimentamos, pero no podemos explicarlo.
Todo lo que es, todo lo que percibimos, lo burdo y lo sutil, lo físico y lo psíquico, lo externo y lo interno, lo animado y lo inanimado, etc. Todo es Conciencia. El sujeto y el objeto, el observador y lo observado, representan la polarización de una misma Conciencia. (Conciencia Absoluta, Conciencia Pura, Conciencia Eterna).
Todo este Mundo no es otra cosa que el despliegue creativo de la Conciencia.
Todo es Conciencia, en los diversos niveles de su propia manifestación. Cada uno de nuestros estados de consciencia o inconsciencia, y, por supuesto, cada uno de los estados inconscientes, conscientes o supraconscientes que se despliegan en la naturaleza y en toda forma de existencia, son reflejos de esa Conciencia.
Dado lo abstracto de estos conceptos, las tradiciones utilizan generalmente analogías y metáforas cuando aluden a este misterio de la consciencia.
La conciencia es como un espejo, un espejo vacío de toda imagen, y, al estar vacío, puede reflejarlo todo. ¿Quién se mira en el espejo? La misma conciencia. La misma conciencia se proyecta, y así refleja las infinitas imágenes que dan forma a la existencia.
La conciencia es como un espejo donde aparece reflejada la existencia. La mente es un espejo roto, que divide y que fragmenta, para, de ese modo, experimentar la dualidad dentro de una misma y única existencia.
En este contexto, la cuestión de la “s” es secundaria, incluso podría decirse que consciencia y conciencia podrían ser expresiones semánticas complementarias. En cualquier caso, si necesitamos añadir ese matiz, podríamos señalar que consciencia tiene un carácter subjetivo, relativo a un sujeto o individuo consciente, y conciencia tiene un carácter impersonal y trascendente, cuyo principio es esta Conciencia Absoluta o Conciencia Fuente.
Así pues, cuando decimos consciencia, nos referimos a seres o entidades conscientes, seres que se percatan (en cualquier grado o medida) de lo que acontece en su medioambiente. Normalmente se lo aplicamos al observador consciente, al sujeto consciente. Cuando este sujeto se vuelve consciente de sí mismo, deviene además autoconsciente. En los seres humanos esta autoconsciencia (relativa) también tiene un matiz psicológico, el «yo» consciente.
Consciente e inconsciente.
Consciencia es el estado subjetivo de apercibir algo, interna o externamente. Esta consciencia es la punta del iceberg de esa gran masa sumergida que llamamos inconsciente (que no se apercibe, pero es). En esta analogía, el subconsciente sería lo más próximo a la línea de flotación, la parte del inconsciente más accesible al consciente.
Desde la perspectiva psicológica, se podría señalar lo siguiente respecto a estos dos niveles:
- Consciente. Corresponde al estado de vigilia ordinario, pero se intensifica en los estados expandidos o ampliados. Es la capacidad de reconocer y apercibir la realidad del entorno y de relacionarse con ello (no solo la realidad física, sensorial, sino también la realidad psíquica). El campo consciente es donde las impresiones del mundo exterior e interior se hacen conscientes. Este foco de percepción crea un mapa mental de relación con el entorno, a través de una selección de interés, que discrimina lo que ayuda a la supervivencia de lo que la dificulta en términos generales. Desde este foco se dirige la atención y se modula el comportamiento y la energía psíquica.
- Inconsciente: El inconsciente es el fondo de todas las percepciones, estímulos, impresiones, contenidos mentales y procesos psíquicos que, tras esta selección de interés o percepción selectiva, quedan fuera de la consciencia. En la teoría psicológica, el inconsciente alberga los temores y deseos reprimidos, los instintos y pulsiones rechazadas, las memorias de traumas no resueltos, creencias programadas, etc. Todo esto queda latente en el plano inconsciente, con mayor o menor posibilidad de pasar al plano consciente.
(Cabe señalar que, más allá de la teoría psicológica, lo inconsciente no solo contiene material biográfico descartado, sino que, esencialmente, alberga todos los campos; inconsciente familiar, inconsciente colectivo, inconsciente bilógico, inconsciente espiritual, etc.)
Para la Tradición de Sabiduría, en el trasfondo de esta consciencia-inconsciencia estaría esa conciencia indiferenciada como el substrato no-dual donde reposa tanto la consciencia como la inconsciencia, una conciencia no sujeta a ningún tipo de modificación, alineación o diferenciación, y que aparece como un reflejo o un destello de la Conciencia Absoluta.
Hacer consciente lo inconsciente.
Uno de los aspectos fundamentales de la meditación es hacer consciente lo inconsciente, así como explorar y comprender la naturaleza de la mente. Haciendo consciente lo inconsciente aumentamos el conocimiento de nosotros mismos, incorporando a la consciencia todos los contenidos previamente sumergidos o excluidos (contenidos que, por otra parte, condicionan y dirigen nuestra vida desde lo inconsciente).
Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, lo inconsciente seguirá dirigiendo su vida, y usted lo llamará destino. […] Es la consciencia la que da sentido al mundo. Sin la conciencia el mundo es una gran máquina sin sentido. Por eso, la tarea del ser humano es ampliar continuamente la consciencia de sí mismo y de su destino.
[C. G. Jung]Es la consciencia la que te puede liberar. Siempre serás esclavo de las cosas de las que no eres consciente.
[Anthony de Mello]
Es interesante recordar que la actividad de la mente inconsciente supone un 95% frente a la actividad de la mente consciente. Al incorporar gradualmente esa actividad oculta, nuestro cerebro es capaz de ampliar perspectivas, de crear nuevas redes sinápticas más lúcidas y creativas, y de ampliar nuestra capacidad de respuesta en el devenir consciente de la vida.
Los recientes estudios sobre el inconsciente de los científicos Allan Snyder o John Bargh han revelado que la capacidad de procesamiento de la parte consciente de la mente humana es, como máximo, de 50 bits por segundo, frente a los 11 millones que procesa nuestro inconsciente sin que nos enteremos. ¿Imaginas lo que esto supone en nuestra capacidad de conocer o de tomar decisiones?
Hacer consciente lo inconsciente es el proceso fundamental para realizarnos como seres humanos. A través de la meditación la consciencia se va ampliando, hasta reconocerse es su misma Fuente. Por eso se dice que la meditación es una senda que conduce hacia la Libertad, silenciosamente.
La libertad se extiende sólo hasta los límites de nuestra consciencia.
[C.G. Jung]
Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegra.com
Lograr hacer consciente nuestro inconsciente es el más grande objetivo, de esa forma seríamos libres de tantas dolencias, excelente explicación, gracias!