Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón se crea un estado de coherencia biológica, que es cuando todo en el organismo se sintoniza y funciona correctamente. La coherencia es un estado en el que nuestros sistemas biológicos están sincronizados con el ritmo del corazón, un estado en el que todo trabaja en armonía: la respiración, la digestión, la respuesta del sistema inmune, la liberación hormonal, etc. Todos estos sistemas comienzan a sincronizarse con el ritmo principal del corazón, y entonces se produce este estado de coherencia, que es el estado fisiológico óptimo que facilita el aprendizaje, el rendimiento, el desarrollo y los procesos regenerativos naturales del cuerpo.
Los científicos que hoy estudian el corazón como centro energético e inteligente consideran que, más crucial que lo que este órgano puede hacer por sí solo, es lo que logra cuando actúa en sincronización con el cerebro y otros sistemas del cuerpo. A este proceso lo han bautizado como coherencia cardiaca.
Podemos comprender la coherencia como la sintonía y el fluir armonioso de información, cooperación y orden entre los subsistemas de un sistema mayor, o, en otras palabras, la coherencia como una orquesta bien afinada, como una “sinfonía”. ¿Cómo sucede esto? Fundamentalmente, a través de la onda de presión que el corazón envía a todo el organismo mediante su latido. Sí, este latido marca el ritmo de toda la “sinfonía”.
En el cuerpo humano es el ritmo cardíaco el que marca el paso a todo el sistema. El latido rítmico del corazón influye sobre los procesos cerebrales que controlan el sistema nervioso autónomo, la función cognitiva y las emociones.
[Rollin McCraty. Instituto HeartMath]
Comprender el “lenguaje” que habla nuestro corazón es de vital importancia para promover el estado de coherencia, pues de éste depende la sincronización o el desorden desde el que funcione nuestro organismo como totalidad. Este lenguaje se puede leer perfectamente al observar su campo electromagnético. No olvidemos que, fundamentalmente, somos energía, y el corazón genera la mayor señal rítmica y electromagnética del cuerpo.
Nuestro corazón genera un campo eléctrico 100 veces mayor que el del cerebro, y un campo magnético 5000 veces más potente. Esta energía no sólo se transmite a todas las células del cuerpo, sino que se proyecta hacia el exterior, creando un campo electromagnético que envuelve nuestro cuerpo 360 grados. Este campo influye en el entorno según la información que transmita, y ahora sabemos que este campo que nos envuelve cambia según la experiencia emocional que estamos teniendo.
Se ha descubierto que las emociones son capaces de modular campos muy diferentes según sean de un tipo u otro. Las emociones modulan el campo y se reflejan claramente latido a latido en el ritmo cardiaco.
Ritmos coherentes y ritmos incoherentes
Existen, fundamentalmente, dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias, fluidas y regulares, y a este patrón se le llama “ritmo coherente”. Este patrón de ondas tiene la propiedad de alinear o sincronizar con él el ritmo cerebral, el sistema nervioso, los órganos y la secreción hormonal. Este ritmo está en relación con las llamadas emociones “positivas” o expansivas, como la gratitud, el amor, la bondad o el perdón. Es un ritmo sinusoidal que el corazón envía al cerebro por medio de ondas de presión, y que produce un estado de armonía en todo el organismo. En él funcionamos de una manera altamente eficaz y nuestro rendimiento es máximo: tenemos más claridad de pensamientos y mayor habilidad de gestionar las emociones, de tal forma que se reduce el estrés.
La otra modalidad de frecuencia cardiaca es alterada y caótica, y surge como respuesta a las emociones “negativas” o contractivas, como la culpa, la cólera o la frustración. En este caso el campo electromagnético resultante es muy diferente, con patrones de ondas caóticos y desordenados a los que se denominan “ritmos incoherentes”. El resultado entonces es la desincronización de nuestro organismo, que se manifiesta en tensión, estrés, infelicidad, malestar, y, en último término, en enfermedad.
La emoción más oxidativa y destructiva para el campo electromagnético es la culpabilidad, que es la máxima expresión del sentimiento de separación. Los juicios también distorsionan el campo de manera determinante. Por otro lado, una emoción que activa la coherencia y refuerza el campo enormemente es la gratitud, y otra, tal vez la más potente, es el perdón (comprensión-compasión). (En esencia, sólo existen dos emociones o estados básicos: el miedo y el amor, todo lo demás son variaciones y modificaciones de estos dos estados.)
La información emocional está codificada en nuestro campo electromágnetico, y su salud depende de las emociones que alimentamos en nuestra mente, así que una buena pregunta que podríamos hacernos sería ¿qué mensajes le doy al corazón a través de la mente?
Estos ritmos coherentes o incoherentes determinan la calidad de nuestro campo electromágnetico, y ahora sabemos que esto no solo afecta y se imprime en nuestro psicocuerpo, sino que esta información es emitida al exterior. El mundo también nos escucha. El campo electromagnético del corazón irradia alrededor del cuerpo, es decir, que todo los que nos rodea recibe la información energética contenida en nuestro corazón.
Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com
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