Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón se genera un estado de coherencia biológica, que es cuando todo en el organismo se sintoniza y funciona correctamente. La coherencia es un estado en el que nuestros sistemas biológicos están sincronizados con el ritmo del corazón: la respiración, la digestión, la respuesta del sistema inmune, la liberación de hormonas, etc. Todos estos sistemas comienzan a sincronizarse, a generar un estado de armonía y coherencia, que es el estado óptimo que facilita el aprendizaje, el rendimiento, el desarrollo y los procesos regenerativos naturales del cuerpo.
El estado de coherencia es bueno para nuestra salud, para el cuerpo, para el sistema nervioso y para el corazón físico. También va liberando hormonas en el cuerpo que nos van regenerando y que abren nuestras funciones cerebrales. [Howard Martin. Instituto HeartMath]
La “coherencia” puede en realidad ser medida. Mide 0.10 Hertz de frecuencia. Esa es la medida de la coherencia creada entre el corazón y el cerebro. [Gergg Braden]
Los científicos que hoy estudian el corazón como centro de inteligencia consideran que, más que lo que este órgano puede hacer por sí solo, es lo que logra cuando actúa en sincronización con el cerebro y otros sistemas del cuerpo. A este proceso se le ha bautizado como coherencia cardiaca.
Podemos comprender la coherencia como la sintonía, la cooperación y el orden entre los subsistemas de un sistema mayor, o, en otras palabras, la coherencia como una orquesta bien afinada, como una “sinfonía”. ¿Cómo sucede esto? Fundamentalmente, a través de la onda de presión que el corazón envía a todo el organismo mediante su latido. Sí, este latido marca el ritmo de la sinfonía.
En el cuerpo humano es el ritmo cardíaco el que marca el paso a todo el sistema. El latido rítmico del corazón influye sobre los procesos cerebrales que controlan el sistema nervioso autónomo, la función cognitiva y las emociones. [Rollin McCraty. Instituto HeartMath]
Comprender el lenguaje que habla nuestro corazón es de vital importancia para promover el estado de coherencia, pues de éste depende la armonía o la desarmonía, el orden o el desorden, desde el que funcione nuestro organismo como totalidad. Este lenguaje se puede leer perfectamente al observar su campo electromagnético. No olvidemos que, fundamentalmente, somos energía, y el corazón genera la mayor señal electromagnética del cuerpo. El corazón genera un campo eléctrico 100 veces mayor que el del cerebro, y un campo magnético 5000 veces más potente. Esta energía irradia y se proyecta hacia el exterior creando un campo electromagnético que envuelve el cuerpo 360 grados. Este campo influye en el entorno según la información que transmita, y ahora sabemos que este campo cambia según la experiencia emocional que estamos viviendo.
Se ha descubierto que las emociones son capaces de modular campos muy diferentes según como éstas sean; las emociones modulan el campo y se reflejan claramente latido a latido en el ritmo cardiaco.
Ritmos coherentes y ritmos incoherentes.
Existen, fundamentalmente, dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias, fluidas y regulares, y a este patrón se le llama ritmo coherente. Este patrón de ondas tiene la propiedad de sincronizar el ritmo cerebral, el sistema nervioso, los órganos y la secreción hormonal. Este ritmo está en relación con las llamadas emociones “positivas” (expansivas), como la gratitud, el amor, la bondad o el perdón. Es un ritmo sinusoidal que el corazón envía al cerebro por medio de ondas de presión, y que produce un estado de armonía en todo el organismo. En él funcionamos de una manera altamente eficaz y nuestro rendimiento es máximo: tenemos más claridad de pensamientos y mayor habilidad de gestionar las emociones.
La otra modalidad de frecuencia cardiaca es alterada y caótica, y surge como respuesta a las emociones “negativas” (contractivas), como el miedo, la culpa, o la cólera. En este caso, el campo electromagnético resultante es muy diferente, con patrones de ondas caóticos y desordenados a los que se denominan ritmos incoherentes. El resultado entonces es la desincronización del organismo, que se manifiesta en forma de tensión, estrés, malestar y enfermedad.
Las emociones más oxidativas, las que más contraen el campo electromagnético del corazón, son el miedo y la culpa (que es la máxima expresión del sentimiento de separación). Por otro lado, las que más nutren y expanden este campo son el amor, la gratitud y el perdón. (Esencialmente, sólo existen dos estados, el amor y el miedo; expansión-contracción, atracción-repulsión, unión-separación; todo lo demás deriva de estos dos estados básicos.)
Estos ritmos coherentes o incoherentes determinan la salud de nuestro campo de energía, y con ello, la cualidad de nuestra vida; el campo no solo informa y afecta al organismo psicofísico, también informa y afecta al mundo exterior. El mundo nos escucha. Todo los que nos rodea recibe la información energética contenida en nuestro corazón.
La ciencia de vanguardia ha confirmado que esta emisión electromagnética también determina nuestra realidad física (la vida que vivimos cada día), porque la información que emito a través de este campo atrae y recibe información semejante.
Lo semejante atrae a lo semejante. En un lenguaje cuántico diríamos que colapsamos o materializamos las posibilidades con las que resonamos, aquello que sintoniza con nuestras creencias, emociones y estados de ánimo, en definitiva, con el estado consciencial o la frecuencia interna en la que vibramos. Cuando lanzo la caña al estanque de posibilidades, no pica cualquier pez; siempre pescamos el pez con el que resonamos. Así que mi realidad tiene que ver con la manera en la que mi corazón gestiona las emociones que recibe de la mente, ahí es donde se gesta mi realidad.
[Artículo relacionado: Inteligencia Cardiaca. https://www.anandaintegral.com/inteligencia-cardiaca/]
Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com
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