¿Pareja y Consciencia? (1)

La edad emocional en una relación de pareja.

Como niños somos principalmente seres emocionales, alrededor de los 7 años incrementamos nuestra actividad racional, y más o menos entre los 14 y 21 años pasamos por la pubertad y la adolescencia. A partir de entonces se dice que entramos en la edad adulta.

Entre los niños y los adultos existe una gran diferencia en cuanto a desarrollo, capacidad y experiencia, aunque, en lo relativo a la vida emocional, la edad emocional y la edad del cuerpo no siempre se correspondan; en la superficie podemos pretender ser adultos, pero cuando se aplica una prueba de intimidad, se revela inevitablemente nuestro verdadero estado de desarrollo emocional. Diferentes investigaciones afirman que, en el mundo moderno, nuestra edad emocional promedio está entre los 7 y los 14 años de edad. Lo que esto quiere decir es que -emocionalmente hablando-  la mayoría de los adultos, en realidad, somos niños con pretensión de ser adultos.

Otra diferencia entre niños y adultos es que los niños todavía creen que la calidad de sus relaciones tiene que ver con el “otro”, mientras que los adultos saben que la calidad de cualquier relación está determinada por la condición de su propio corazón. Cuando todavía somos emocionalmente niños y nos sentimos atraídos hacia alguien, lo que subyace es algo así como: esta es la persona que puede satisfacer mis deseos y necesidades, y que puede hacer por mí lo que yo, al no ser suficientemente maduro, no puedo hacer por mí mismo.”

El adulto -emocionalmente niño- entra a una relación no para continuar su autodesarrollo, sino para escaparse de él. Su atención está principalmente en el “otro”, en lo que puede satisfacer u obtener de él o ella. Sin embargo, en una relación de intimidad entre adultos conscientes, la atención está primeramente en su propio desarrollo, desde el que crear un vínculo sano y significativo, y desde el que poder ofrecerse genuina y responsablemente al otro.

Generalmente, la relación desde el niño transmite explícita o implícitamente al otro: no puedo vivir sin tio “te necesito para ser feliz”. Esta relación nace de la necesidad y el deseo de que otro se haga cargo de nosotros. Así, nos comportamos como niños inseguros, carentes y desamparados, manifestando comportamientos defensivos y manipuladores hacia quienes “amamos”. Sin embargo, desde un adulto sano, lo que se transmite es: “puedo vivir sin ti, y tú puedes vivir sin mí” otú no puedes hacerme feliz, y tampoco infeliz, como yo tampoco a ti”.

Si queremos crecer tenemos que estar dispuestos a abandonar la sensación infantil de ausencia de responsabilidades, así como el sentimiento de que necesitamos a los demás para que nos hagan felices, para que cubran nuestras carencias y necesidades, o para que nos salven.

El primer paso hacia una relación consciente es observar nuestra motivación infantil para entrar en las relaciones. Es necesario reconocer y trabajar con nuestra infancia emocional no resuelta, comprendiendo que, si no hacemos este trabajo, permanecemos susceptibles de vivir la relación desde el niño, en una búsqueda desesperada de “refugiarse” o de “salvarse” en el otro.

El niño idealiza a su pareja, y busca en ella a su media naranja, la persona que le complete y que le dé lo que necesita y le falta; el adulto ve dos naranjas completas (responsables de sí mismas) con ganas de compartirse, de amar y de crear auténticos vínculos de intimidad.

El niño idealiza a su pareja. El adulto comprende que su pareja es un ser humano “ordinario”, con sus luces y sus sombras, con su propio proceso de vida y su propio desarrollo humano.

El adulto comprende que ambos tienen sus debilidades y sus fortalezas, sus limitaciones y talentos, dones y carencias, que harán de la relación un espacio de sensibilidad, complicidad y crecimiento en el seno de la pareja.

(Cuando la pareja comprende que su amor tiene limitaciones y dificultades, la relación podrá orientarse de un modo más realista y estable.)

En definitiva, el niño hace responsable al otro de su bienestar o malestar, de su felicidad o infelicidad. El adulto se hace responsable de sí mismo, y desde ahí elije con quién quiere compartir su viaje hacia la intimidad.

“Yo te elijo”. Ahí comienza el viaje hacia la madurez, la responsabilidad y la verdadera intimidad.

Yo te elijo. Te tomo tal y como eres. Te tomo de esta manera, con tu historia, tú pasado, tus orígenes, tus vínculos anteriores… Te tomo con tus talentos y limitaciones, con tus valores y tus temores, y asumo la alegría y también las dificultades que supone un vínculo profundo en el alma contigo, y te quiero así.

Las relaciones conscientes apuntan hacia una profunda intimidad (física, sexual, afectiva, emocional, mental y espiritual), y esto supone, en verdad, un viaje a lo desconocido. Por lo general, solo estamos listos y dispuestos a considerar este viaje a las relaciones conscientes cuando nos hemos desengañado totalmente, es decir, cuando todas nuestras expectativas, ilusiones y mitos sobre la relación han caído estrepitosamente.

Cambiar de pareja en cuanto surge un obstáculo es tan infantil como aferrarse al otro cuando el amor ya ha desaparecido.

Las relaciones “fallidas” son un camino que necesitamos transitar, hasta que estemos dispuestos a crecer, a tomar consciencia y verdadera responsabilidad.

Para superar esta condición emocional inmadura necesitamos abrirnos a una experiencia auténtica de intimidad, ya que la intimidad emocional requiere de presencia, honestidad y vulnerabilidad.

Una persona emocionalmente madura se permite ser vulnerable, y una persona emocionalmente inmadura evita la vulnerabilidad.

Generalmente, en nuestra sociedad la vulnerabilidad se asocia con fragilidad y debilidad, cuando en realidad la vulnerabilidad nos conecta con nuestra verdadera fortaleza; la fuerza viene de la conexión sensible con la vida, de la apertura del corazón y la expansión de la consciencia.

Nuestro viaje hacia la intimidad auténtica no tiene que ver con encontrar a la pareja perfecta, ni de obtener el amor o la felicidad perfecta; se trata de comprometerse a crecer en sensibilidad y consciencia, a estar dispuestos a compartirnos, a dar y recibir amor de manera confiada y abierta. Esta experiencia de intimidad auténtica puede conducirnos hacia una relación -con el otro y con nosotros mismos- plena de sentido y coherencia.

 

Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com

Por |2024-09-24T20:49:39+02:0024 de septiembre de 2024|Artículos|3 Comentarios

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3 Comentarios

  1. Amay Pellon Arrieta 25 de septiembre de 2024 en 19:00 - Responder

    Como siempre muy descrito . Y Creo que sin un trabajo personal de consciencia es fácil quedarse atascados emocionalmente en relaciones inmaduras. Muchas gracias por este regalo.

  2. Duly 26 de septiembre de 2024 en 12:58 - Responder

    Gracias Tony por este artículo 🙏

    en él me he visto reflejada en mi comportamiento anterior en mis relaciones.
    actualmente me siento mucho más libre y plena en mi relación actual gracias al camino de auto conocimiento emprendido hace años.
    la Paz y la Felicidad para mí va de dentro hacia afuera y no al revés.

  3. José Juan 27 de septiembre de 2024 en 16:10 - Responder

    Buenas tardes, Toni!
    Gracias como siempre por tu clarividencia.
    En estos días me encuentro lejos de España, aun así siempre es una apertura a la consciencia poder leer y escuchar lo que transmites.
    Un fuerte abrazo!

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